_Cuán
grande puede ser la estupidez humana, que llegamos al punto de ser nosotros
mismos quienes nos ponemos la soga en el cuello, firmando así nuestra sentencia
de muerte, terminar con parte de nuestra vida, para seguir viviendo, pero que
clase de vida se lleva cuando intentamos enterrar parte de nuestra existencia,
que sería de nuestro futuro si queremos dejar en el olvido a parte de nuestro
pasado.
_Buscamos
una muerte no física, pero si asesinar, llevar a ese suicidio loco y
desesperado a gran parte de lo que llevamos dentro, de lo que sentimos, de lo
que pensamos, de lo vivido. En muchas ocasiones somos nosotros mismos con un
velo de idiotez, de ceguera provocada por una vana ilusión carente de bases,
los que cavamos nuestras tumbas, todo lo sabemos, sabemos lo que puede pasar,
lo más probable, lo real, lo que no deja lugar a la duda, y simplemente lo
hacemos sin querer ver todas las razones, sin oír los motivos, simplemente nos
encaminamos a través de la neblina hacia un final que nosotros mismos construimos,
hacia dónde sabemos no hay más camino que un profundo precipicio del cual no
hay salida, hacia ese final que nosotros forjamos sabiendo que sería nuestro
fin, pero queriendo creer que era un camino tal vez ya sin final.
_Cuán
grande es la estupidez humana, que atentamos contra nuestra propia existencia,
creyendo que en el intento vendrá esa persona a decir _”No lo hagas”… y en esa
espera en vano por una respuesta terminamos por dar el último paso, y cuando
nuestro cuerpo ya se mece inerte de la soga que está alrededor del cuello es
cuando muchos nos damos cuenta…
Notas
de la autora:
“Hoy volví a intentarlo, sé muy bien que nada bueno saldrá de esto, pero ya no
hay peligro, hace mucho que estoy muerta…”